¿Será mejor ser un cadáver o un psicópata? [Libre] {{Flashback}}

Tras las cosechas, le importó más bien poco despedirse de nadie en su distrito. No tenía familia, tampoco amigos, ni siquiera alguien a quien dirigirle una sonrisa amable, así que pasó directamente a la zona de trenes con el ceño fruncido e ignoró olímpicamente a todo aquel que la volteara a ver. Sus alucinaciones habían desaparecido ya, y con ellas cualquier rastro de amabilidad se había ido también.

No se molestó en buscar a su compañero de distrito, o a su mentor, o a los otros tributos, o a nadie. Lo último que quería en ese instante era mirar a quien fuera. Necesitaba un par de segundos en silencio total, dejar de pensar... pero parecía que su estómago tenía otros planes, pues justo cuando estaba por abrir la puerta de la habitación que le correspondía, un hambre voraz provocó que sus intestinos rugieran.

"¿Camino al calvario y lo único en lo que puedes pensar es en comer?". Se reprimió mentalmente y con un suspiro abandonó sus intentos por aislarse. Debía haber un vagón comedor en alguna parte del tren. No le quedó de otra más que salir en su búsqueda.

Al llegar, lo primero que hizo fue tomar una manzana y tomar asiento en un cómodo sofá de terciopelo púrpura. No le interesaba maravillarse ante el lujo del tren o la cantidad de comida que pudiera haber en ese vagón. Si lo pensaba demasiado, terminaría enfurecida sólo ante la mera idea de la cantidad de personas que darían lo que fuera por la manzana que ahora tenía entre las manos, o al recordar que ese tren no era más que una extravagante carroza que transportaba a veintitrés cadáveres y una persona que terminaría muy, muy herida... alguien que probablemente no volviera a ser la misma.

"Ugh... ¿en serio, Amy? ¿Manzanas?" Se quejó el Doctor en su cabeza, haciendo un repentino acto de aparición que también resultó bastante oportuno. Amy sonrió ampliamente y le dio una gran mordida a su manzana, conteniendo algunas risas por las quejas de una de las voces que había prometido no dejarla sola. Es verdad que a ella tampoco le gustaban mucho las manzanas... pero pensaba que valía la pena con tal de escuchar tan cómicas protestas.

Además, aquello evitaba que se preguntara algo que tarde o temprano no podría dejar pasar por mucho tiempo. ¿Prefería ser un cadáver... o prefería ser una psicópata?

Ha sido un día bastante movido para mi, no esperaba ofrecerme voluntario. Pero recordé a mi hermana en la imagen de Noelle y ahora lo que busco es protegerla. Mis padres ya se han ido de la sala donde tal vez sea la última vez que los vea, unos minutos más tardes me llevan al tren, ignorando a cualquiera que me mirara, excepto a los periodistas del capitolio, los cuales les dedico una mirada en la cual encontrarán misterio, una historia. No está mal intentar conseguir patrocinadores desde ahora.

Entro al tren junto a mi mentora y Noelle, decido no juntarme con ellas por ahora, será mejor que me despeje y coma algo. Comida del Capitolio... ¿Será tan rica como se rumorea? No lo sé, tengo la oportunidad de probarla en breve. Camino lentamente hacia un lado del tren, intentando ver donde está la comida cuando me tropiezo con un avox que me indica el lugar. Sonrío al avox y me dirijo, ahora sí al salón de comidas.

Una mesa con bandejas de plata y comida de todo tipo se encuentra en medio del salón, distintas mesas se separan alrededor de la misma. La decoración de la sala me impresiona incluso más que la comida. Realmente no creo que me queje en mi estadía en el Capitolio, a pesar de que los odie. Observo todo tipo de comida, pero también recuerdo que hay gente muriéndose en este momento, en mi distrito o en los demás. No es plan morirme yo también, decido tomar una fruta, y en este caso es una pera. Siempre me habían gustado las peras.

Doy media vuelta sobre mi eje, y noto a una chica sola, sentada en una mesa con una manzana. ¿Debo sentarme con ella o retroceder sobre mis pasos? Bien, conocer a mis competidores o a mis aliados no creo que me perjudique... aunque claro, no revelar tanta información sobre mi. Decido girar la silla, sentándome en ella sin respaldo, apoyando mi cabeza sobre mis brazos y mis brazos sobre el "respaldo" de la silla.
-Hola, distrito diez.

Desvió la mirada a la puerta del vagón al escuchar cómo está se abría, desistiendo en sus intentos por hacer enojar al Doctor y con una expresión repentinamente seco.

Recelosa, echó un ojo al muchacho que recién entraba para examinarlo. Alto, piel oscura, músculos marcados y semblante serio. Definitivamente no de los distritos altos o medios por su forma de andar, no era del diez porque ella había visto a su compañero de distrito en la cosecha, demasiado joven para ser mentor y acababa de hablarme, así que no podía ser un avox. Entonces, distrito once o doce.

"Once, seguramente". Dijo el Doctor en su cabeza, al parecer lo había estado examinando tanto como ella."En el doce suelen ser de piel pálida, por no salir de las minas y esas cosas".

Luego de unos segundos en silencio, y aún algo dubitativa entre si debería saludar de vuelta o no, terminé por tragarme la inseguridad y dirigí una sonrisa poco convincente al otro.

— Once, ¿verdad? — Pregunté mientras subía las piernas al sofá, sin quitarle la mirada de encima. Las ganas de fastidiar a la alucinación habían desaparecido, así que la manzana probablemente quedaría abandonada de aquí en delante.

Observo hacia la ventana del tren, y siendo sinceros aún no estamos cerca del Capitolio, doy un mordisco a la pera y observo a los ojos a la chica. Es bastante linda ahora que la miro frente a frente, con pelo anaranjado, un toque perfecto. Ruedo los ojos y veo que duda si responderme, pero no la juzgo... después de lo que debió sufrir no creo que debo juzgarla.

-Dime Reiner. - Le respondo a su saludo, con una leve sonrisa. - Menuda comida, eh. - Digo para por lo menos sacar un tema de conversación, mirando a la mesa donde alimentos variados se presentan, para cuando menos me doy cuenta la pera ya casi ni existe, así que decido pararme, tomar unas fetas de queso y jamón y volver. - Siento tomar tanta comida... es que de la nada tengo un apetito inimaginable. - Mi mente piensa en los pobres hombres de mi distrito, o del 10, o del 12... cualquiera de esos sufre más que nadie.

¿Qué tal estarán mi padre y mi madre? ¿Qué pensarán ahora? Debo volver al once y a verlos, debo de hacerlo.
Meto las manos en mi bolsillo y ruedo la silla, ahora si, colocándola en posición normal.

Le fue imposible no esbozar una amplia y verdadera sonrisa por su comentario sobre la comida. — Ey, mejor comer mientras se puede, ¿no?~ — Poco le importó si tocaba alguna vena sensible o algo así, era la verdad. Y recordarlo no consiguió otra cosa más que recordarme lo hambrienta que estaba. Ya no quería la manzana, mejor me puse de pie y fui a coger lo que parecía ser un sándwich de algo cocido que no supe identificar... pero no sabía nada mal.

— Mucho gusto, Reiner. — Le saludó cordial tras terminar el primer bocado del sándwich. El Doctor había callado, pero lo sentía alerta en alguna parte de su cabeza, analizando al del once.

Sabía qué pensaba, que se suponía que debía matarlo. No era buena idea siquiera hablar con "el enemigo", pero ella no podía evitar pensar que era una reverenda estupidez. Iban al matadero, pero no significaba que debieran ser hostiles con todo mundo desde antes.

{{Off: Lo siento ._. mi cabeza no dio para más}}