Who am I? A tribute... (libre)

Todo lo que le pasó en la cosecha parecía en cámara lenta. Desde su grito para presentarse como voluntaria, hasta el dejar a su familia para vagar por el valle de la muerte, el cuál sería ir a los Juegos del Hambre, pero Ely tenía que hacerlo, tenía que sacrificarse pese a que los demás piensen que ofrecerse como voluntaria era sinónimo de suicidio. El ver morir cada año a chicos y chicas entre los doce y dieciocho años era terrible. Los juegos eran una maldita pesadilla pese a que en el Distito Tres hubo un total de diez ganadores en su cien años de historia gracias a su inteligencia y de que no sufrían de hambre como otros distritos; pero los de su distrito no se igualaban de fuertes y osados como los Profesionales. Es por eso que es raro que alguien de su distrito se ofrecía como voluntario en el Distrito Tres para los Juegos del Hambre. Pero Ely era de las personas que odiaba que la gente sufriera u muriera, y al ver que la pequeña Lily lloraba y suplicaba por no ir cuando fue elegida se le partió el corazón, y es por eso, mas las muertes de sus dos hermanos varones, la de algunos de sus otros primos y amigos y por Scott Newton que Descansa en Paz, iba a ir a los Juegos. Y en éste año iban a hacer tan solo seis días en la Arena, seis días en que tenía que usar su astucia y sus habilidades para vivir o para morir.

En éstos momentos estaba esperando a que el Tren llegara al fin en el Distrito Tres. Las cámaras, las luces y los reporteros estaban captando a Aidan, a la castañay a su mentor, mientras que Ely estaba contemplando por última vez los paisajes del Distrito. Hasta que por fin se oyó el chillido del tren entrando a la estación de trenes del Distrito Tres. Y a los pocos segundos de estacionarse el mismo las puertas del tren se abrieron de par en par. Fue entonces que la chica miró los rostros de algunos de los ciudadanos del distrito que estaban ahí pr última vez, y luego hizo un movimiento con la mano de despedida, luego entró al tren. Al final las puertas del tren cerraron y el mismo volvió el movimiento. Luego de eso fueron conducidos a la habitación del distrito tres. Todo el lugar parecía de ensueño, un poco mas grande que la casa de Ely. Parecía unlugar de ensueños, pero tenía que dejar de soñar y volver a la realidad. No estaba ahí por vacaciones, sino para ir a los Juegos del Hambre. Abrió el armario de su alcoba y tomó unos pantalones de vestir café y una blusa de tirantes verdes. Se quitó el vestido rosa pálido con volantes que usó para la cosecha y se puso la ropa escogida, que por sierto le quedaba muy bien. Luego de eso decidió que era un buen momento para explorar el vagón.  

Odiaba estar encerrada tanto tiempo en un lugar, así que la hiperactiva chica salió con paso decidido del dormitorio y caminó y caminó por los pasillos del tren mirando cada una de las puertas. En cada puerta tenía escrito un letrero con el nombre de cada distrito. Pero la chica no quería interrumpir ni romper reglas, así que siguió caminando y caminando por los pasillos del tren, hasta que vio un letrero con letras doradas que decía restaurante. Fue entonces que el estómago de la castaña comenzó a rugir, y al hacerlo los huevos revueltos con beicón fueron cosa del pasado. -Vaya, será mejor que entre en el restaurante.- dijo la chica.

Entró al restaurante, y al hacerlo sintió un delicioso olor a comida. Pero luego miró el reloj, y descubrió que todavía no era la hora del almuerzo, así que decidió comer algo ligero. Tomó tan solo algunas frutas y agua mineral y buscó con su mirada en donde sentar. Fue entonces que descubrió algo, o debería de decir a alguien. Era Daenerys, la chica del distrito dos al que le reparó el computador de su padre, lo cual eso significaba una cosa, se ofreció como voluntaria. La muchacha estaba mirando la televisión. -Mum, discúlpame por interrumpir, pero veo que vos vais a competir en los Juegos del Hambre. Felicidades. ¿No molesto si yo me siento en la silla del al lado de vos?- dijo Ely educadamente mientras que esperaba su respuesta. Fue entonces que de pronto la pantalla apareció la cosecha del Distrito de Danny.

En camino del edificio de justicia a la estación del tren, aun me sentía algo perturbado por la situación en la que me encontraba, así que permanecía con la mirada. Mientras que en mi mente recapitulaba los acontecimientos que me habían traído a este momento tan importante en mi vida y, de igual forma, los posibles eventos que se avecinaban, tanto los protocolarios como la inevitable arena, la cual estaría especialmente sangrienta este año gracias a las ideas drásticas de la familia real. Iba sumergido en mis pensamientos cuando sin darme cuenta ya estábamos, tanto Electra como yo, subiendo al tren. Me tardé unos segundos en subir los escalones metálicos, segundos en los que di una posiblemente última mirada a mi distrito, forcé una sonrisa tanto como me fue posible y finalmente subí a base de un empujón de un agente de la paz. Pude ver a Electra quedarse y ver por las ventanillas, despidiéndose de los presentes con su mano, yo no hice movimiento alguno, solo quería guardar todo en mi mente lo más claro posible. Cuando menos me di cuenta el tren había comenzado a avanzar y Electra se había ido.

Me dirigí entonces a un pasillo, me sorprendió entonces el lugar en donde me encontraba, era enorme, muy diferente al tren en que había viajado aquella vez junto a mi padre para dirigirnos al festival del vasallaje. Vi varias puertas con un letrero indicando cada distrito, hasta que llegué al correspondiente al mío, al cual al entrar, a su vez se dividía en otras puertas, así que entré a la que me correspondía.

Era una habitación enorme, casi el triple del  pequeño y amontonado dormitorio que tenía en casa. Tenía de todo; un baño bastante equipado, un guardarropa que podía satisfacer cualquier gusto, muebles  de un diseño que jamás había visto, una pantalla de televisión que casi ocupaba toda una pared… Pero lo primero que hice fue sentarme en la mullida cama y me dejé caer hacia atrás cerrando los ojos. “Sé inteligente, no falles, piensa antes de actuar” me repetía a mí mismo al mismo tiempo que respiraba profundamente para tranquilizarme. Unos minutos más tarde decidí salir de ahí; estaba acostumbrado a estar conmigo mismo la mayor parte del tiempo, pero algo tenía el ambiente que esta vez me sentía sofocado, quería ver a alguien, no estaba seguro de quién podría haber quedado tributo además de mí y Ele; pensaba en Caurd el alegre chico del 2 y Sam la linda niña del 8. En fin que no iba a averiguar nada encerrado en mi habitación, así que salí en parte por curiosidad de conocer a las personas y también por conocer el lugar en donde me encontraba.

Así en mi exploración llegué al vagón comedor, el cual su puerta se abrió automáticamente y al instante la esencia de los deliciosos alimentos hizo que se me hiciera agua la boca, habían ya pasado varias horas desde aquel desayuno que había preparado mi padre especialmente por día en que nos encontrábamos. Pero esfumé ese pensamiento tan pronto como apareció, no quería parecer débil ahora, no quería aparentar una actitud tan sombría y menos cuando me di cuenta que el lugar no estaba solo –¡H-Hola! Elec…-  Intenté sonar animado al darme cuenta que quien estaba ahí era Electra, mi compañera de distrito. - … tra- Entonces me di cuenta que no estaba sola, ya que una chica a quien no conocía estaba ahí también, era el primer tributo además de Ele que conocía, lo cual, aun cuando me esforzaba por combatirlo, me había puesto un poco nervioso.  Entré al vagón tratando de recuperar la tranquilidad y me acerqué a ambas chicas. –Hola, soy Aidan, vengo del distrito 3. – Dije con toda la seguridad que pude acumular. – Con permiso, tomaré algo de comida. – Me excusé un momento y me dirigí a una mesa repleta de comida, incluso había platillos de formas y colores que nunca había visto antes, pero me fui por algo sencillo y me serví un puñado de galletitas de diferentes sabores  en pequeño tazón, entonces tomé asiento frente a ellas y acompañé mi aperitivo con una taza de té que estaba en una tetera en el centro de la mesa.

Ya nos habíamos acomodado cada uno en nuestros vagones, las cosechas habían acabado y ahora lo único que faltaba era comer y conocer en persona al resto de los inútiles que irían conmigo a la arena. Según mi entrenador en el distrito lo mejor que podría hacer en estos momentos sería conversar “amablemente” con ellos, conocerlos a profundidad y saber cómo podría vencerlos dentro de los juegos, pero obvio eso nunca pasaría, no puedo dejar de ser el idiota engreído que se cree invencible, eso es lo único que puedo ofrecerles a todos… ser el mejor y demostrar de que estoy hecho, para eso vine aquí.
Las cosechas ya habían acabado, se suponía que ya todos debíamos estar dentro del tren y eso era algo que no me gustaba del todo, no me gustaría que los otros idiotas se sintieran especiales o algo por el estilo solo por estar aquí o solo para fingir que pueden ser tan impresionantes como yo, eso era algo que obviamente nunca lograrían.
Por lo que vi en las cosechas la mayoría de los tributos no serían problema para mi, típicos niños idiotas con miedo y que aún piensan en un futuro mejor donde ya no haya juegos del hambre, patéticos, que no saben ya que esto no terminará nunca?, no puedo creer que la gente aún sea tan estúpida y que aún espere que esto acabe.
Como sea ahora me dirigía hacía el comedor, se suponía que habría comida y podríamos estar en paz por un rato pero al parecer los muertos de hambre ya estaban ahí desde hacía mucho tiempo, negué con la cabeza y me dispuse a entrar con el mismo aire de superioridad que me caracterizaba desde siempre.
~Se las hacía tarde para venir a comer por lo que veo~ Sonreí maliciosamente y tome asiento en la mesa mirando a todos. ~y... Qué hay de comer?~ Dicho esto solté una pequeña risa y espere a que los demás se dignaran a responderme.