Not Here - Noelle P.

El aire fresco de la mañana entra y sale de mis pulmones con mucha profundidad. Me encanta sentir la fría brisa en mi rostro, por muy leve que sea. Unos pájaros pasan volando cerca mío. Me detengo y suelto un suspiro. La sola sensación de no tener una sola gota de alcohol en mi sangre me desagrada. Hacía bastante tiempo que no me mantenía sobria y había olvidado lo que se sentía no tener dolores de cabeza, nauseas y demás. La verdad, me agrada, más que todo porque es una forma de sentirme libre, aunque realmente no lo sea. En absoluto. Muevo mis pies nuevamente, siguiendo el camino que antes tenía. Pero, ahora que me doy cuenta, lo vengo haciendo, porque no tengo un destino en específico.

Me gusta estar en el bosque, me hace sentir tranquila, de una forma que yo siento, muy pocos entenderían. Me recuesto en el suelo, mirando al poco cielo que la copa de los árboles me permiten ver. De alguna manera, me siento llena de vida. Las ganas de volver a casa por una botella crecen cada vez más. Los pájaros silbando y tal vez alguna ardilla que hace mucho ruido al roer una bellota, hacen que me desespere vilmente. Tomo el aire fresco de manera profunda nuevamente, cierro los ojos y dejo escapar otro suspiro. El frío de la mañana me gusta, hasta podría decirse que lo amo. Sólo espero que nada interrumpa mi momento de soledad ahora. Quisiera poder hacer como que no estoy aquí, ni en ningún lado. Me gustaría desaparecer del mundo.

Hacia frío, no demasiado, pero si el suficiente para que su piel delicada se pusiera como de gallina. El vestido viejo y descolorido le iba holgado, pero corto, quedando encima de sus rodillas. Las viejas botas negras de trabajo que habían sido de su madre, ya estaban rotas, igualmente le iban un poco grandes y el rozar del cuero contra su piel ya la tenía llena de marcas y algunas pocas ampollas. No tenía suéter ni nada similar, al menos no propios, así que solía abrigarse con los suéteres que habían sido de su madre, o con algunos viejos de su papá. Así, Noelle daba el aspecto de una niña, delgada, jugando con la ropa de sus papás, como queriendo hacerse la grande. Su papá salió a trabajar como siempre, y Noe se quedó sola en casa, tejiendo cestos que luego vendería. Cuando se le fueron acabando el junco y el mimbre, los materiales que usaba para hacer las canastas, supo que tendría que irse al bosque a buscar mas.

Conocía bien el distrito, había pasado ahí toda su vida, así que en general, andar con el bastón de madera hecho por su padre era casi innecesario, mas como iba al bosque y ahí las cosas estaban en constante cambio, Noe optó por llevarlo consigo, mas valía prevenir que lamentar. Salió de su pequeña casa, que no servía de demasiada protección contra la intemperie, y llevando consigo un saco vacío, se encaminó en dirección al bosque. Golpeaba el suelo con el bastón, avanzando con paso tranquilo, arrastrando un poco los pies, mientras sus ojos se iban moviendo de lado a lado, inquietos, sin que ella pudiese controlarlos demasiado. Alcanzaba a distinguir el tono verde de los arboles, aunque solo eran manchas, el color oscuro de la tierra, pero no era capaz de diferenciar el color de sus botas del color del suelo. Noelle sonrió al escuchar las aves silbando, el ruido de las hojas de los arboles meciéndose con el viento, todo era tan tranquilizador que tuvo que detenerse a disfrutarlo.

Escucho unos pasos un tanto cerca. Abro los ojos de golpe y me quedo donde estoy, sin moverme. La ropa oscura que llevo me confunde un poco con el suelo café del bosque, pero yo, siendo una de las pocas personas de tez blanca que habitan el distrito 12, me hacen más propensa a ser encontrada. Mientras deduzco qué hacer, una ardilla deja caer, casualmente, una nuez en mi cabeza. No me atrevo a quejarme, pues quien quiera que esté ahí, podría cuestionarme mi estancia en el mismo lugar, cosa que me molestaría bastante contestar, porque, ¿No se supone que sería este, un lugar de libre paso? Me adelanto mucho al pensar esto, lo sé. Ni siquiera sé quién es el individuo que se encuentra por aquí. La ardilla decide ir por la nuez, y, como la misma creo que quedó entre mi cuello y mi omoplato, el animal no tiene mejor idea que pasar por mi rostro para llegar hasta su comida.

Es el colmo. Me levanto en cuanto la ardilla me araña la mejilla. Me quedo sentada y estoy a punto de pegarle al animal, pero éste se ha ido ya por donde ha venido. Me paro y me sacudo un poco el abrigo de piel que antes me ha regalado no sé qué persona de no sé qué lugar. Miro a mi izquierda y noto que nadie está ahí. Hago lo mismo con mis actuales cuatro puntos cardinales y, a mis espaldas, se encuentra una chica con una especie de palo, a unos cuantos bastantes metros.

Me quedo con la cabeza ladeada y el ceño fruncido. ¿Qué hace ahí? Me pregunto por qué trae ese chueco palo, que, en el sano juicio de nadie, se podría usar para nada. Me acerco a ella, sin ánimos de pasar desapercibida (porque no quiero hacerlo) y sin ánimos tampoco, de que medio bosque me escuche. A medida que me acerco, palidezco. Es la chica por la que me presenté voluntaria. Espero que no me note, aunque, demonios, hice algo de ruido. Doy marcha atrás sin despegar mi mirada de la de ella, pero me caigo. Me maldigo internamente, hice más ruido y ahora es probable que me hable, cosa que no quiero.

Noelle estaba alerta, caminando con todo el cuidado posible, le daba algo de miedo tropezar y lastimarse, porque no habría nadie que la ayudara y terminar herida en el bosque cuando oscureciera, no era muy buena idea. Un golpe de su bastón a la derecha y luego daba un paso con el pie izquierdo, y viceversa, todo una y otra vez. Dar con el mimbre era la parte mas difícil, todo a su alrededor era verde, y usualmente lo reconocía tocando las hojas y por el olor. Prestaba toda la atención posible a cada ruido que escuchaba, aunque eran muchos a la ve, el crujir de las hojas y ramas bajo sus pies, los golpecitos que daba con el bastón, las aves, el viento. Caminaba sin poner mucha atención a lo que sus ojos veían, después de todo, había muy poca información útil.

Fue entonces que escuchó un ruido que en definitiva, no pertenecía al bosque, era algo ajeno. Un golpe seco, justo frente a ella, que causó que Noelle entornara los ojos, como queriendo ver mejor, notando un color que no pertenecía a aquel lugar, y movimiento. Se aproximó con un poco mas de prisa, buscando la fuente de aquel ruido - ¿Hola? - preguntó al aire, esperando no estar hablando sola, y que realmente estuviera alguien ahí, no solo algún animal o algo similar.