Juro que este es el ultimo trago Priv. Wayne V. Eaton

¿Qué demonios hacía aquí? No tenía idea, solo sabía que el festival del vasallaje se acercaba, lo cual me haría tener que ir al Distrito 6, ya que los eventos públicos eran de la clase de obligaciones que uno como vencedor y además mentor, tenía que cubrir le gustara o no. Dicho evento, además me haría tener que convivir con mis padres y ese hecho era lo que más me molestaba, ya que solo se la pasaban lamentándose acerca de mi hermano, haciéndome recordar cosas que no quería. Y ahora estaba en un bar del Capitolio, lugar que decidí visitar por simple impulso solo para evitar el sofocante ambiente que sentía en casa aun sin estar cerca de “mi familia” y aun cuando reprochaba esos vicios que habían adquirido después de la traición de mi hermano, aquí estaba yo, pensando en qué podría tomar para olvidar aunque sea un momento la estúpida realidad que aunque tenía sus partes interesantes, generalmente era una pérdida de tiempo tras otra que no podía evitar.

Al entrar se sintió un ambiente completamente diferente al que vivía en aquella solitaria casa en la aldea de los vencedores. Todo era plática, risas, ruido; montones de palabras acerca de todo, de la familia real, de los vencedores, de los futuros juegos, del vasallaje y su festival. Incluso aunque procuré vestir con ropa algo sencilla para estar en el Capitolio, había gente que me señalaba mientras observaba el lugar para elegir un buen espacio donde sentarme, solo simulé una sonrisa a manera de saludo para entonces sentarme cerca de la barra a un lado de un hombre que parecía no prestar mucha atención a mi presencia, lo cual era lo mejor para mí.

- Oye, ¿no sabes dónde está quien atiende aquí?- Pregunté a quien estaba a mi lado, una vez que había observado a un lado y a otro de la barra sin encontrar al bar tender.

Seguí ocn mi mirada el lugar a la vez que sentía como otras miradas se clavaban en mi presencia, la fama que trae la victoria llega a ser fastidiante cuanto siempre, al lugar a donde vayas, la gente te mira y asecha a la espera de cualquier movimiento que puedan registrar para tener algo de qué hablar además de sus propias y mayormente aburridas vidas. En fin ya llevaba algunos años en esto y de alguna forma comenzaba a acostumbrarme o al menos a soportarlo, por eso mismo procuré el ignorar a los demás y concentrarme en mí mismo y lo que quería hacer: Tomar un trago.

Sin embargo parecía que hasta eso resultaría difícil para mí, había preguntado la ubicación del dependiente e incluso la persona a quien pregunté se tardó un poco en contestar, lo cual por un momento me hizo pensar que me había ignorado, hasta que le escuché aclarar su garganta; me contestó con un comentario más bien sarcástico que informativo. –¿Ah sí?- Murmuré mientras sonreía irónicamente. Bien podría estar divirtiéndose en donde quisiera, pero me importara que ese dependiente estuviera atendiendo su negocio, por lo cual pensé en retirarme y buscar un mejor lugar donde beber, estaba a punto de hacerlo cuando el tipo a quien le había preguntado se dirigió a mí nuevamente ofreciéndome su bebida. – ¡Oh! ¿Y qué te hace pensar que no vengo en busca de algo fuerte también? – Me giré un poco para verlo a la cara a la vez que él se recargaba en su asiento y sonreía, entonces tomé la copa que me había ofrecido y le di un sorbo. – Mmm, como lo suponía no es suficiente. –Saboreé el ardiente gusto que recorrió después mi garganta, dejé la copa en la barra. Él comentó algo acerca de las personas que me miraban además que ya había reconocido quién era, al parecer eso le divertía. – Son esfuerzos innecesarios al venir aquí, ¿no crees? Ya que todos conocen a todos y hablan de todos.- Dirigí mi mirada al grupo de chicas que me había señalado y tomando la copa en mi mano y con una falsa pero bien practicada sonrisa las saludé alzando ligeramente mi bebida, ellas respondieron con risas y murmullos que simplemente ignoré. –Pero ya que tienes la ventaja de conocerme, ¿podría saber quién eres? Ya que si bien he visto muchas caras Capitolinas, no soy bueno memorizándolas… mucho menos sus nombres.- Di un sorbo más a la bebida para después volverla a dejar sobre la barra.

La manera de expresarse de aquel hombre desconocido con quien me había encontrado en el bar no era del todo inusual, parecía como si todo se lo tomara a broma, por lo cual a saber si lo que decía lo tenía que tomar en serio o no, por lo cual simplemente decidí en dejar de pensar las cosas de más y únicamente seguir su plática; lo que buscaba esa noche era un escape, una noche que podría no significar nada en mi vida pero que era más entretenida que pasar mi noche de desvelo atormentándome con sueños inútiles, no estaba de humor para eso, así que ¿por qué no hablar con alguien que probablemente no volvería a ver jamás?

-No estoy en “labores” en este momento, así que no creo que haga mucha diferencia embriagarse una noche de tantas. – Contesté ante su comentario y sonreí en respuesta a su risa, ¿le divertía o ese era su humor natural? Bien, no lo sabía pero probablemente me contagiara su entusiasmo. Yo no era conocido por ser alguien que se la pase sonriendo y divirtiéndose todo el tiempo y tenía muchos motivos para no hacerlo, pero variar de vez en cuando no podría ser malo, y qué mejor lugar que el Capitolio para eso. – Pues si esto no sirve y el tipo se tarda mucho con sus otras ocupaciones, siempre hay más lugares de donde escoger.- Miré el vaso que estaba a punto de vaciarse, aun le quedaba un último trago y lo deslicé hacia mi repentina compañía. –La próxima ronda invito yo. –

Cuando pregunté por su nombre no quiso decírmelo, no pensé en insistir porque ¿qué diferencia haría? Como había dicho antes, probablemente lo olvidaría y si en algún próximo viaje al Capitolio nos volvíamos a encontrar, él me reconocería más rápido de lo que yo a él. –Tienes razón, solo otra cara Capitolina. – Sonreí nuevamente. – Y por lo mismo has de tener mayor experiencia en la maneras de divertirse de por aquí, claro, además de aquel tipo de diversión.- Señalé con la mirada un grupo de chicas que nos miraban, parecían indecisas si acercarse o no, la verdad no estaba con ánimos de liarme con alguien de esa forma.

De vez en cuando la mirada de él se ensombrecía, su sonrisa se esfumaba y por instantes parecía pensar en algo más profundo, más significativo que una insignificante charla con un “desconocido” en un bar. Me preguntaba entonces qué problemas podría sufrir una persona que vivía en este ambiente lleno de lujos y banalidades que muchos, incluso yo algunas veces, envidiarían. Pero la mente humana es complicada, ni uno mismo puede entender la propia por completo, así que no podía juzgar y especular a la ligera, por lo que decidí dejar mi curiosidad de lado y continuar con el momento irrelevante para ambos, me dejé llevar por la charla que hasta cierto punto, por mucho que una que otra risa se escapara de vez en vez, parecía estar envuelta en una inexplicable e irónica melancolía.

- Tal vez tengas razón, debería estar en otro lugar. Pero no soy tanto del tipo festivo así que por lo pronto este lugar me viene bien. – En el vaso ya solo quedaban un par de hielos derritiéndose. – Creo que eres tú el que menos encaja aquí, por lo que me dices pareciera que te gusta más el ambiente que un bar oscuro y prácticamente silencioso. – Deduje al azar, simplemente tratando de dar pie a que la conversación avanzara. Pero justo cuando había aceptado mi invitación a las bebidas el encargado regresaba de su breve aventura con una mujer tan anónima para mí como cualquiera de las personas que estaban en el bar esta noche. Fue entonces que mi compañero, con un guiño y una sonrisa extrañamente malévola pidió la siguiente ronda de bebidas; queríamos algo fuerte y eso obtendríamos. Devolví su sonrisa con otra mía a la vez que el bar tender se encargaba de preparar ese especial coctel que había ordenado.

Entonces el humor se había levantado nuevamente, ahí estaba él expresándose con esos movimientos y gestos, mientras me hablaba de los divertidos lugares a los que podría llevarme, hablándome por mi nombre como si me conociera de mucho tiempo… solo había visto mi cara en televisión; mi cara al ganar los juegos, mi cara cuando me reconocían como vencedor, siempre mi cara. No pude evitar reír. –Me hablas como si me conocieras, pero dudo si encajaría muy bien en ese círculo tuyo. – Comenté aun con una sonrisa en mi rostro, no me imaginaba en esos lugares con todos mirándome, queriendo hablar conmigo… qué personalidad la mía.

Justo antes de que el hombre regresara con nuestras bebidas, mi compañero me advertía de lo “peligrosas” que las chicas que nos observaban y a las que ya había notado su presencia hace un rato. – He estado cerca de suficientes peligros antes, ellas no parecen serlo. – Me refería a mis vivencias como tributo años atrás. Entonces las bebidas llegaron. No pude evitar sorprenderme ante la burbujeante mezcla que tenía frente a mí, no estaba seguro de lo que era y no me molesté en preguntar, por lo que sin pensármelo tanto tomé el vaso largo con ese líquido anaranjado y tomé un trago. El sabor era ácido, pero llameante al correr por la garganta. – Buena elección, parece que he tenido suerte de encontrarme con un experto. – Dije aun sorprendido de la sensación que provocaba la dichosa bebida. Quería algo fuerte, lo había conseguido.

No podía evitar sorprenderme al darme cuenta lo mucho que dos personas tan alejadas, tanto en el aspecto geográfico como en el social, pudieran tener aspectos en común. También me asombraba el hecho de poder hablar con mayor tranquilidad con un extraño en un bar que con personas a las que había tratado con más frecuencia en mi vida, por un momento no pude evitar recordar a Michael Daugherty, la manera de expresarse que tenía este hombre era parecida a la de él, más abierta, incluso alegre, pero con un toque de misterio y melancolía que no comprendía.

En cuanto a mí… era simple, no socializaba mucho, lo cual no era una noticia nueva para nadie; ya que no me gustaban las multitudes, me sentía acorralado en ellas. –Parece que soy malo con las primeras impresiones, hubiera jurado que eras del tipo que se la pasa de fiesta en fiesta, pero veo que me hace falta tratar más con la gente. – Comenté después de su dramático bostezo. – Y ya que a mí me gustan más los lugares así será bueno que me recomiendes más lugares como este, no  me gustaría terminar de repente en una fiesta abarrotada de gente por no saber a dónde ir- Reí un poco al imaginarme en tal situación.

Las bebidas, el silencio y el anonimato era lo que hacía el ambiente algo especial, y aun cuando el burbujeante coctel comenzaba a hacer su efecto casi en los primeros tragos, no me importó, así que seguía dando sorbos a la bebida casi sin pensar. Entonces una parte de la plática de mi compañero me sacó de mis pensamientos. Me llamó por mi apellido y mencionó a su padre. Me quedé en silencio un momento, ya que mi memoria me perturbaba igualmente con recuerdos de mi familia, los cuales trataba en todo momento de evitar. –Así que no tuviste el padre modelo ¿eh? Bienvenido al club. – Comenté con un dejo de ironía en mi voz a la vez que alzaba ligeramente mi bebida proponiendo un brindis. – Y entonces deja lo del “señor” y continúa solamente con el “Wayne” – Jamás sería como el cobarde de mi padre, eso era seguro. 


Terminando la primera ronda de ese extraño brebaje, levanté ligeramente mi mano haciendo una señal al encargado para que sirviera más. El calor en la garganta era soportable y aun sabiendo que mi juicio podía ser afectado pensé en dejarme llevar por el momento. Reí entonces ante  el comentario o mejor dicho advertencia que me hacía ese hombre. – Me lo dices como si tuvieras experiencia,  ¿entonces eres un cliente asiduo de los bares de por aquí?- Pregunté aún sonriente y con curiosidad. –Me haces pensar que me pierdo de mucha diversión al no pasarme por acá tan seguido-